Las personas que conocen a Humberto, el ciudadano colombiano de 47 años que el pasado domingo acabó con la vida de José Espino Lorenzo frente a un bar de la capitalina calle Churruca tras apuñalarlo, coinciden en señalar que el homicida es una persona tranquila pero con un problema claro: el alcohol.

“¡Madre mía! ¡Qué pasada!” Así se expresaba ayer una cliente de una churrería de Guanarteme al conocer que Humberto, uno de los empleados, es el ciudadano colombiano que el domingo acabó con la vida de José Espino Lorenzo, de 56 años, tras asestarle una puñalada cerca del corazón. Lo hizo a la salida de un bar de la calle Churruca, en la capital grancanaria, pero todo venía de atrás. Del día anterior concretamente, cuando la víctima le propinó un cachetón a Beto, como es conocido el presunto homicida, que a pesar de lo ocurrido es calificado por sus conocidos como callado y pacífico. “No me esperaba esto de él”, decía un amigo. Aunque todos coincidían en apuntar que tenía un problema: el alcohol.

En el bar Santa Bárbara habían visto cómo el pasado sábado Pepe, como llamaban al fallecido, había tenido un pequeño enfrentamiento con el ahora detenido. Según los testigos, la pelea realmente empezó entre Beto y otro cliente. “Habían estado discutiendo sobre racismo” de forma airada, comentaba ayer una persona que vio todo lo que ocurrió. “Humberto se dirigió hacia esa persona como para pegarle y Pepe le agarró de un brazo y le pegó un guantazo”, añadía. Después tanto Humberto como el otro hombre fueron expulsados del local y Pepe pidió perdón por su actitud. Nada hacía presagiar que lo ocurrido fuera a llegar a más.

Sobre el mediodía del domingo, el agresor acudió a la churrería de Guanarteme en la que trabaja. “Llegó un poco tarde, sobre las 12; estaba fatal físicamente, como llorando; me dijo que le dolía la espalda, que se la habían roto, por lo que le di un ibuprofeno”, explicaba una de las empleadas. Sobre las cuatro de la tarde acabó su jornada laboral. Se sentó en una de las mesas y empezó a beber cervezas. “Se puso a hablar con un señor al que le decía que había un hombre que siempre le estaba machacando, que siempre se burlaba de él”, indicaba la trabajadora.

Una hora después abandonó el local y fue a la calle Churruca, al bar donde el día anterior había tenido la trifulca. Se sentó en una mesa y comenzó a pedir alcohol. Sobre las seis y media llegó el fallecido. Lo hacía para dejar una bolsa de pescado e irse. “Cuando salió Pepe, Beto lo hizo detrás de él, como si fuera a abrazarlo”. Fue en la calle cuando “sacó el cuchillo de la espalda y lo apuñaló”, recordaba uno de los testigos. “Cuando lo vimos salí corriendo, le pegué dos tortazos, lo tiré al suelo y le quité el cuchillo”, agregaba. Fue entonces cuando el agresor huyó. El resto de personas intentó taponar la herida.

Mientras la víctima se moría, Beto caminó hacia un bar al que acudía con asiduidad. “Vino, se sentó en la barra y se pidió dos cervezas y dos chupitos”, alegaba uno de los empleados de este negocio. A los pocos minutos los agentes se personaron y le detuvieron.

Uno de los amigos de Beto, que recientemente había cumplido 47 años, apuntaba que éste “sin copas es una persona maravillosa, muy servicial, pero su problema es la bebida”. “Le gusta el alcohol, pero nunca le había visto agresivo”, declaraba otro. Está previsto que el arrestado sea puesto a disposición judicial mañana.