Hace 10 años, Francisco Antonio Álvarez escribió una carta publicada en el Diario de León que narra una historia muy parecida a la contada en el famoso anuncio de navidad de este año. Ante esta circunstancia el escritor leonés va a denunciar a Loterías y apuestas del Estado y pedir una compensación económica que se espera elevada tras el gran impacto del spot.
Será un juez el que tenga que decidir si el anuncio de Navidad de este año es un plagio de un relato que apareció publicado el Diario de León hace 10 años por Francisco Antonio Álvarez. El escritor, que se basó en una historia real del pueblo de Villoría de Orbigo, pide una reclamación por perdida de oportunidad.
A continuación mostramos el escrito que realizó Francisco Antonio Álvarez en el Diario de León en el 2004.
(…) Hace quince año vivía yo en Veguellina de Órbigo y junto con otros cinco amigos formábamos una peña quinielística en el bar Christy, regentado por Ignacio. Allí pasaba yo mis mejores ratos de ocio jugando al mus o al rami con Fernando ‘El Zamorano’, Ignacio ‘El Tabernero’, Fradejas y tantos y tantos otros compañeros y amigos. De tarde en tarde nos tocaba algún premio cuyo dinero empleábamos en seguir jugando o, en el mejor de los casos, en una buena cena en el propio bar o en otro del mismo pueblo.
Hacía tres meses que yo abandoné el pueblo por cuestiones de trabajo y dejando de pagar mi cuota de mil pesetas al mes, me consideraba desentendido de la peña, cuando me entero por un familiar que le había tocado a mis antiguos compañeros nada menos que treinta millones de pesetas. De momento se me agolparon en la cabeza sentimientos dispares: sorpresa, emoción, rabia, envidia… pero también, por qué no decirlo, alegría. Al fin y al cabo seguían siendo mis amigos y algunos de ellos tenían incluso muchas más necesidades que yo.
Ese mismo sábado decidí volver al pueblo para felicitar a los cinco, vivir con ellos su alegría y que me invitaran a una cena como siempre habíamos hecho.
Nada más entrar al bar me encuentro a Ignacio y dándole un abrazo le digo: “Felicidades, sois millonarios!”. Me separó bruscamente y me dijo: “¿Cómo que sois?. Tú también lo eres. Hace tres meses que faltas, a mil pesetas, son tres mil, así que toma”. Y me dio cuatro millones novecientas noventa y siete mil pesetas que tenía en un sobre a mi nombre. De nuevo le di un abrazo y tardé algo más en separarme. Se me habían caído unas lágrimas que me avergonzaba mostrar.
Y esta es mi pequeña historia que no podía dejar de contar para ejemplo de aquellos que no saben apreciar que un amigo es el premio más grande que jamás nos puede tocar en la lotería de la vida. Ese mismo sábado decidí volver al pueblo para felicitar a los cinco, vivir con ellos su alegría y que me invitaran a una cena como siempre habíamos hecho.