El pasado domingo día 05/10/2014 estuve en su bar, el Barrica, durante una hora.

A los 20 minutos de abandonarlo, me di cuenta de que me faltaba el móvil, un Iphone 5. Lo primero que pensé es que me lo habrían robado o que se me hubiera caído en el bar, dando el móvil por perdido. Como usted puede imaginar, el valor de este móvil si se revende es de 300 o 400 euros, por poner una cifra.

Cuando reaccioné, lo primero que hice fue llamar por teléfono, dio señal pero nadie lo cogió. En ese momento pensé: “se me pudo haber caído cuando estuvimos sentados en la parte de detrás del Barrica”. Inmediatamente me dirigí al bar mientras llamé por segunda vez. En este momento me cogió un camarero que me dijo: “Soy el camarero del Barrica, ven porque lo tengo yo aquí”. Aliviado, bajé al bar.

El bar ya estaba cerrado por lo que el camarero no estaba obligado siquiera a atenderme, pudo haberme dicho: “Ya estamos cerrados, ven mañana o el lunes y te lo doy”.

Llamé un par de veces y el ya mencionado camarero abrió la puerta. Después de que me devolviera el Iphone 5, y de agradecérselo, le intenté dar una propina a título personal por el apuro del que me había sacado. No quiso. Insistí dos veces más, queriendo meterle ya el billete que tenía en el bolsillo. No quiso. Sus palabras finales fueron: “Vienes para la semana y te tomas una a mi salud”.

Cuando iba a irme, sin encontrar la manera de darle las gracias, le pregunté su nombre: era Coque. Además comprobé que había enviado mensajes a dos de mis amigos dando su número personal para que yo recuperara mi móvil cuanto antes (que además se quedaba sin batería).

Le escribo esta carta porque quiero que sepa (aunque creo que ya lo sabe), que tiene entre sus filas a una persona, pero sobre todo a un profesional excepcional. Un profesional que pudo haber cogido el móvil y haberse callado, un profesional que pudo decirme que lo cogiese otro día, que ya estaba cerrado, un profesional que no tuvo por qué enviar mensajes a mis contactos, o un profesional que pudo haber aceptado mi propina personal y no pedirme que viniese a su bar a consumir la semana que viene.

Con esto le quiero decir, para concluir, que en este país lo que faltan son profesionales como Coque. Le parecerá una tontería, incluso puede que a él también, pero si todos fuésemos como su camarero, las cosas irían bien. Puede que lo único que su camarero haya hecho es “lo correcto”, pero creo que el mundo es menos malo gracias a estos gestos.

Con Coque ha ganado un cliente para toda la vida, cada vez que pase por Vinos. Ha ganado que cuente esta historia a todos mis conocidos, que recomiende este bar todas las noches cuando salga, y que cuelgue esta carta en mis redes sociales (en el Facebook tengo 800 amigos). En definitiva, con Coque, ha ganado, y quería que lo supiese por encima de todo.