COMERCIO TRADICIONAL

En la Calle Luis Prieto, una de las zonas más transitadas de nuestra localidad, se encuentra uno de los bares más conocidos y de mejor reputación de Águilas: el bar Ginés.
Toda una familia de expertos en cocina y hostelería dedican su esfuerzo, sus ganas y su ilusión en este negocio que ya cumple una década dando servicio a los aguileños amantes del ‘buen yantar’

Pregunta.- ¿Desde cuándo están dedicándose al negocio?
Respuesta.- Lo cierto es que estoy metido en faena desde que era un niño. Es algo que siempre me ha gustado y aquí estoy, intentando dar lo mejor de mí.

P.- Desde cuándo está abierto el establecimiento?
R.- Pues sin darnos cuenta, ya que el tiempo pasa vlando, ya llevamos doce años abiertos dando servicio a todo aquel que quiera acercarse a nuestro local.

P.- ¿Qué ofrecen a sus clientes que los distingue de las grandes superficies?
R.- Nos caracteriza un trato personanilazo y familiar, algo que, desgraciadamente, en las grandes superficies no existe. Nos gusta que los clientes se vayan satisfechos y al ver que repiten, nos damos cuenta de que estamos haciendo lo mejor posible nuestro trabajo. Trabajo que adoramos y estamos encantados de realizar.

P.- ¿Qué tipo de productos ofrecen a los aguileños?
R.-Además del típico bar de barrio -que somos con mucho orgullo- disponemos de un acogedor, íntimo y tranquilo comedor con una amplia carta de restaurante.
De hecho, organizamos cenas de empresa, de amigos… todo lo que esté a nuestro alcance para dar el mejor resultado a las peticiones que nos hacen nuestros clientes.

P.- ¿Qué tiene pensado hacer al retirarse? ¿Cuenta con alguien de la familia que desee continuar con su labor?
R.- Pues ese es un tema que aún no he pensado. Soy joven y tengo mucha vitalidad e ilusión y por eso no me planteo nada que tenga que ver con retirarme. Aún tengo mucha guerra que dar.

P.- Después de tantos años al frente del negocio tendrán alguna anécdota graciosa para contar a nuestros lectores…
R.-Pues lo cierto es que después de tantos años detrás de la barra tengo cientos de anécdotas que relatar.
Pero la que se me viene a la mente siempre es aquella en la que vino una pareja a cenar tranquilamente y, cual fue la sorpresa de ambos, que el marido de ella también estaba cenando en una mesa con su amante.
Se creó, como no podía ser de otro modo, una grotesca e incómoda situación. Esto demuestra las casualidades de esta vida.

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